Con motivo de las actividades organizadas en torno al
Día del libro el archivo organizó (con la colaboración de la jefa del departamento de Lengua y Literatura del I.E.S.
Jerónimo González) un
taller sobre hist
oria y literatura dirigido a alumnos de de cuarto de la ESO. El libro elegido fue
La Aldea Perdida, de Palacio Valdés que los alumnos ya estaban leyendo en clase.
Para aprovechar el reducido tiempo con que contábamos, previamente seleccioné y fotocopié algunos fragmentos de la obra en los que se ve la forma en que los personajes de la novela viven la transformación que se aproxima, el paso de una sociedad agrícola y ganadera –la Arcadia feliz- a una sociedad minera. Había elegido como lectura inicial y comienzo del taller un texto en contra de la minería (Don Felix) y otro a favor (Antero), que fueron leídos en voz alta por dos alumnos.
Tuve que descartar mi idea inicial - formar dos grupos, cada uno de los cuales defendería las respectivas posturas que aparecen en la novela- y recurrir al Plan B., la lista de preguntas, que con buen tino me habían recomendado que llevara preparadas, “por si acaso”.¿Realmente les parecía tan idílica la vida campesina? ¿Había influido el desarrollo de la minería en el concejo? ¿De qué forma?
A la pregunta de cuántos de ellos tenían familiares vinculados con la minería, casi todos alzaron la mano. Cuando, al hablar de las faenas del campo, también duras y esclavas, se me ocurrió preguntar quienes conocían de cerca ese mundo , aunque simplemente se tratara de la proximidad durante las vacaciones, tan solo una alumna la levantó.
Como solo contestaban con monosílabos decidí leerles otro de los fragmentos: "
(…) Vagamente todos sentían que una transformación inmensa, completa, se iba a opera
r pronto (…) Corría por todo el valle un estremecimiento singular, el ansia y la inquietud que despierta siempre lo desconocido (…)” ¿No les parecía que ese mismo texto era aplicable también a la situación que Asturias y las cuencas mineras atraviesan actualmente? De nuevo se vive ese miedo a lo desconocido; dejamos atrás una sociedad basada en la industria y la minería y nuevamente nos enfrentamos a la incertidumbre, lo desconocido.
Aquí, bien porque estaban más despiertos o el tema les interesaba, conseguí que participaran. Uno decía “
que más da, si casi todo el mundo del concejo trabaja fuera; y casi todos los que trabajan en él, viven fuera –tuve que confesarles, que yo era de estos últimos- La respuesta de otro fue que una opción era la construcción, casi el 80% del empleo está relacionado con ese sector. ¡Vale! Pero ¿quién compraría los pisos? –para eso se necesita dinero.
Otro chico sugirió la industria agroalimentaria. Aunque me pareció una buena idea- si nos fijamos, comienzan a proliferar las tiendas de delicatesen y de productos de “calidad”-otro argüía:
bah, ¡eso no sirve!
Comprarán en Alimerka (cadena de supermercados asturiana)
que es más barato.
Y las celebraciones son una vez al año: Contraargumentación por mi parte: pero no tienes que limitarte al mercado del concejo, internet te permite acceder a otro público más distante además de los posibles turistas que lleguen –ya habían mencionado el turismo como otro posible elemento económico.
También aludimos a las consecuencias que tuvo que la mayor parte de los empresarios fueran extranjeros (sobre todo belgas) o la entrada en la compañía Duro-felguera de empresarios vasos (los Urquijo). Los altos hornos bilbainos fueron una dura competencia para la industria siderúrgica asturiana.
El mismo alumno que había aludido a quienes trabajando aquí, vivimos fuera, exclamó
¡Qué culpa tienen los de Bilbao! Pues no, no se trata de que tengan culpa; si no de que esos empresarios invierten los beneficios obtenidos en sus lugares de origen. Parte de “nuestro problema” puede ser debido a eso. Citábamos, tanto su profesora como yo misma, el caso de Amancio Ortega, el dueño de Zara ; a pesar de que empresa se extiende por todo el mundo, el centro neurálgico está en La Coruña, su lugar natal.
No dio tiempo a más, en ese momento sonó el timbre que anunciaba el fin de la clase y los alumnos se levantaron rápidamente para irse. (Cuando luego se lo comentaba, algo cariacontecida, a alguna profe, me respondió que eso ocurría siempre, por mucho que les hubiera interesado la clase).