jueves, 21 de octubre de 2010

No es lo mismo

Trataré de explicar de la forma más clara y menos aburrida posible que, tal como dice el título, archivos, bibliotecas, colecciones (y centros de documentación) no son lo mismo aunque puedan tener puntos en común.

Comencemos por repasar lo que es un ARCHIVO y para ello recurro a la definición de la R.A.E: 1. m. Conjunto ordenado de documentos que una persona, una sociedad, una institución, etc., producen en el ejercicio de sus funciones o actividades (De la ordenación, u organización, nos ocuparemos en la próxima entrega)
También nuestra ilustre Academia recoge esa idea de involuntariedad de la que había hablado. El documento es un “efecto secundario” de la actividad que se realiza. Cuando compro una vivienda, mi objetivo y mi voluntad está en la adquisición del piso (actividad) no en la escritura de compraventa (documento producido)

Recurramos de nuevo a la R.A.E. para ver las definiciones de COLECCIÓN: 1. f. Conjunto ordenado de cosas, por lo común de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor. Colección de escritos, de medallas, de mapa
Y BIBLIOTECA: 1. f: Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documento
Si nos fijamos en los verbos que emplea en ambas definiciones – reunir, para la colección y adquirir,para las bibliotecas- vemos que ambos indican voluntad. Decido comprar este libro, esa fotografía o aquel mapa.

He aquí la primera y más importante diferencia entre archivos, bibliotecas y colecciones (podemos incluir los centros de documentación). En el caso del documento el objetivo de la persona es la actividad X, (por eso se habla del principio de espontaneidad). Por el contrario, en las bibliotecas y colecciones el objetivo es el propio libro, mapa, fotografía o elemento sobre el que verse la colección.

Otra diferencia que me parece fundamental es la forma en que la información está contenida en uno u otro lugar. Quiero hacer hincapié en ello porque es un problema al que me enfrento con frecuencia.
Buscando la forma de explicárselo a unos chavales del instituto que visitaban el archivo, se me ocurrió recurrir a un ejemplo culinario. Les dije:
"imaginaros que queréis comer bizcocho y venís aquí en busca de él. Lo que os encontraríais sería el azúcar, los huevos, la harina, …. Los ingredientes para elaborarlo y seríais vosotros quienes tendríais que hacerlo. "
Siguiendo con el ejemplo del bizcocho, (que representa la información que estamos buscando) en la biblioteca encontraríamos el bizcocho entero y tendríamos que partirlo en rebanadas para poder comer las que quisiéramos. Por su parte, en el centro de documentación, nos encontraríamos con que el bizcocho no solo está ya hecho sino además troceado con lo que podemos elegir la rebanada que más nos guste (o interese)
Como no quiero resultar pesada aquí lo dejo. Espero que os hayan quedado claras que NO ES LO MISMO un archivo, que una biblioteca, una colección o un centro de documentación.

(Imagen tomada de aquí)

viernes, 15 de octubre de 2010

Las veinte casas: documentación gráfica

El artículo sobre las veinte casas, terminaba diciendo que en una entrada próxima incluiría algunas fotografías y el plano de emplazamiento de las mismas. Aunque con más demora de la esperada, aquí estan:




En la fotografía 1 podemos ver las diez casas que dan a la calle Antonio Lucio Villegas al completo.

En esta, puede observarse como algunas de las casas que daban a la calle Manuel LLaneza ya habían sido demolidas y en su lugar se está construyendo un edificio de viviendas.

(Fotografías tomadas por Antonio Ramón Felgueroso CA 1986)


La calidad de la imagen no es buena (tampoco la fotografía realizada por mi) por lo que no deja observar con claridad el plano. Las lineas blancas gruesas señalan las distintas viviendas, de igual tamaño y distribución. Tanto en la fachada principal como en la parte posterior de las casas la distribución de los vanos era: ventana, puerta y ventana. La pequeña galería final se observa aunque con alguna dificultad y tras ella se encuentra el patio (en el plano viene marcado con una linea blanca mucho más fina)

domingo, 10 de octubre de 2010

Historia de la arquitectura moderna, de Leonardo Benévolo

Poco a poco el blog va tomando forma y van surgiendo secciones, como esta que comienza hoy. En ella quiero hablar sobre libros que de alguna forma están relacionados con los temas que vamos a tratar aquí y con los que iremos conformando la Biblioteca del archivo

Hasta ahora cuando tenía que preparar algún artículo relacionado con edificios o los arquitectos del concejo buscaba y leía tan solo los libros o capítulos necesarios para ello pero no tenía una visión de conjunto. Decidí que ya iba siendo hora de subsanar dicho error leyendo algún manual de arquitectura y parece que elegí con acierto.

Es un libro escrito por y para arquitectos por lo que hubo algunos conceptos que se me escapaban. Incluso hubo momentos en que me pregunté si estaría matando moscas a cañonazos. Al fin y al cabo ¿que tiene que ver la arquitectura sudaméricana o la japonesa con la que se lleva a cabo en este concejo?

Sí tenían que ver y mucho los primeros capítulos del libro, los que hacen mención a la revolución industrial y lo que supuso no solo en la aparición de la arquitectura moderna, con los nuevos materiales y tipos constructivos, sino también con algo que es el pan nuestro de cada día: el valor (y la especulación) del suelo.

"Gran importancia tiene, a este respecto, la diferenciación entre edificio y suelo. Mientras un edificio era considerado como de duración indefinida y el solar quedaba utilizado de modo estable, su valor, quedaba, por asi decir, incorporado al del edificio; pero si consideramos limitada la vida del edificio, el solar adquiere un valor económico independiente, variable según las circunstancias, y si la edificación sufre cambios lo bastante frecuentes nace un mercado del suelo."

Las menciones a la arquitectura del hierro y el papel que jugaron los ingenieros en la tranformación y evolución de la manera de construir; los primeros planes urbanísticos o las smoke cities, guardan relación con lo que sucedió en Langreo en el periodo de entresiglos (S.XIX al XX) y en la etapa de nuestro alcalde urbanista.

Al leer sobre el socialismo utopico y su reflejo en la arquitectura no pude por menos de pensar el proyecto de Enrique Rodriguez Bustelo para el barrio La Nalona (tan solo llegaron a construirse dos pabellones)

Me pareció muy interesante el capítulo dedicado a la arquitectura en los paises socialistas. Encontré grandes similitudes con lo ocurrido con la literatura; la supeditación a la ideología con la consiguiente perdida de calidad.

También me llamó la atención que un grande de la arquitectura com Le Corbusier (aunque no fue el único) no consiguiera trasladar sus proyectos del papel a la realidad; o que cuando consiguiera hacerlo, el resultado no fuera demasiado favorable. Luego, fijándome en algunos de esos edificios que nos rodean por todas partes, me di cuenta de que su grandeza no está tanto en las obras individuales que hayan podido realizar como en la influencia que han dejado en la arquitectura y en los arquitectos posteriores.

Siendo sincera no disfruté todos los capítulos por igual; algunos de los que componen la sexta y septima parte se me hicieron más cuesta arriba. Influyó en ello, creo el cansancio (tuve que leer el libro a marchas forzadas) y el que parte de lo que allí se mencionaba era desconocido para mí y quizás -puede que por cansancio- pesaba más la parte "técnica". Aunque al encontrarme con la mención a los polígonos urbanísticos (tenemos un claro ejemplo de ello en el concejo con el de Riaño) o los problemas y retos que plantean las ciudades volví a sentirme en terreno conocido.

Resumiendo, me pareció un libro interesantísimo y altamente recomendable para aquellas personas interesadas en la arquitectura y el urbanismo aún cuando, como es mi caso, no sean especialistas en la materia. Sinceramente, pienso que no podíamos comenzar de mejor forma a crear nuestra Biblioteca del archivo.

lunes, 4 de octubre de 2010

Archivera, que no archivadora

Recupero el que iba a ser el comienzo de mis memorias laborales y que explica, con algo de humor, los problemas a que me enfrento (nos enfrentamos quienes trabajamos en archivos) cuando tenemos que explicar cual es nuestra profesión:


(...) Y para empezar se me ha ocurrido ir a los problemas de identidad que mi profesión me genera. Al modo de las reuniones de alcohólicos que vemos en las películas americanas yo tendría que decir: Hola, me llamo L. y soy archivera. AR-CHI-VE-RA; ni “archivadora” ni “archivadera”, ni “la del registro”; tampoco dirijo el” Registro” ni “Archivos”. Estas son las denominaciones más habituales y me temo que la forma correcta es la menos frecuente.

Esta soy yo diciendo: SOY ARCHIVERA, AR-CHI-VE-RA Pero los “problemillas de definición” se mantienen fuera del horario laboral, cuando, por algún motivo tengo que indicar mi profesión. Aún recuerdo cuando hace algunos años decidí solicitar una tarjeta de unos grandes almacenes (esos en que todos pensamos)- Había que cubrir unos formularios y facilitar un montón de datos – lo del papeleo no es patrimonio exclusivo de la administración-. Al llegar al punto en que me preguntaron: ¿profesión? Contesté: archivera - ¡lo que soy! - No sé si harán cargo de la cara de extrañez de la persona que me atendía: ¿Cómo? Volví a repetir: archivera, trabajo en un archivo en (nombre de la administración en que trabajo) Tras oír mi aclaración, su rostro se relajó algo y la casilla correspondiente quedó cubierta de la siguiente forma: Funcionaria. Me sentí como el del anuncio cuando dice: ¡Vale! ¡Admito pulpo como animal de compañía! (Sobre esto del funcionariado volveremos en otro post, capítulo o lo que sea)

No se crean que esto acaba aquí. La misma reacción de desconcierto que tuvo el empleado o empleada del Corte Inglés (y no estoy siendo políticamente correcta y utilizando un lenguaje de género sino que no recuerdo si era hombre o mujer) suele producirse cuando conozco a alguien. Algunos son sinceros y me preguntan algo que traducido vendría a ser: Vale, pero ¿qué es lo que haces en el archivo? Otros confunden el archivo con la biblioteca; a ellos les diré que ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS, JUNTOS PERO NO REVUELTOS. Somos profesiones y tenemos objetivos distintos, aunque podamos tener parcelas comunes. Por último están los que no preguntan, más porque no se atreven que porque tengan una idea clara de a lo que me dedico.

¿Cuál es la conclusión que se extrae de todo esto? Pues que salvo familiares y amigos cercanos de quienes nos dedicamos a los archivos, el resto no suele tener ni idea de lo que significa nuestro trabajo. Lo que nos lleva a establecer una nueva conclusión: Los archivos, por desgracia, siguen siendo algo completamente desconocido para la mayor parte de la gente. Mientras no consigamos que los sientan como algo cercano ¡Seguiremos con muchos de los problemas que nos aquejan!

Para terminar y relajar un poco este tono de sermón que me salió, un par de anécdotas que reflejan la imagen que se tiene de los archivos:
Cuando me hice cargo del archivo –hace muchos, muchos años -había destinada al mismo una limpiadora cuya máxima era “¡Bah!, en los archivos siempre hay polvo “. En compensación, se dedicaba a “brillar” el teléfono y a pulverizar con ambientador las dependencias del archivo, con tanto ahínco que alguna vez me sentí como si me estuvieran fumigando.

Hace bastante menos, un trabajador municipal, dijo de mí, aludiendo a mi forma de vestir, que “[…] no parece una archivera.” Y su halago, que como tal fue dicho, me hace pensar en la imagen estereotipada que sale en las películas. (Durante el traslado del archivo, vestida con una especie de esquijama gris y una bata azul claro, del estilo que usan en algunas tiendas y empresas de limpieza, tampoco lo parecía. Pero de eso hablaremos otro día)