domingo, 29 de julio de 2012

Un paseo en el tiempo (II)


Con esta segunda parte completo el artículo sobre el parque Dorado, que sale publicado en el porfolio de las fiestas de Santiago 2012.
(primera parte aquí).

 ¡Es de día y hace sol! Esta vez no oigo música pero sí voces que vienen del extremo del parque. Miro en esa dirección y veo, cerrándolo, el monumento a los caídos en el trabajo (al minero). Me acerco y entablo conversación con unos señores que están por allí:

_Perdonen, hace tiempo que no venía por aquí y veo que las columnas de alumbrado que estaban situadas en el centro del paseo se han movido.

_Pues sí, (luego sabré que son Julio Galán y Suárez Aller) hemos tenido que moverlas para que el monumento tenga mejor perspectiva.

_Algo había oído - le comento- pero creo que no ha sido lo único ¿verdad?

_Efectivamente- vuelve a contestar Julio Galán-. El año pasado [marzo de 1956] a propuesta mía, (es el arquitecto municipal), la Corporación decidió cambiar el emplazamiento de la estatua de Dorado y el surtidor.

Lo que no sabe es que no han tenido la misma fortuna ambos traslados. Mientras el antiguo alcalde luce sin problemas en su situación actual, el surtidor ha perdido grandiosidad, no solo porque el nuevo vaso es de menor diámetro y construido en ladrillo, sino porque quedará escondido entre los árboles cuando estos crezcan.

Interviene ahora en la conversación Suárez Aller, autor del monumento junto con el arquitecto Fernando Cavestany y el escultor Amadeo Gabino; con ellos proyectará más o menos por estas fechas el monumento a los Hermanos Felgueroso en el parque de Ciaño. Mientras me hablan del concurso de ideas y de la suscripción popular que se abrió para llevarlo a cabo, pienso en el error que se cometerá cuando en 1991 se desmonte dejando como único testimonio una placa y la escultura del minero.

Me despido de ellos; quiero ver esas obras de “hermoseamiento y mejora” que se han venido llevando a cabo en estos últimos años. Le doy la espalda al monumento; a mi derecha veo el palomar, hecho en 1954. Junto a él, construido el año anterior, está el estanque de los patos, que disponen de una cabaña de madera para cuando quieran un poco de intimidad.

Cayendo sobre el estanque hay un sauce llorón–nada que ver con esa fuente que lo imita y que se instalará ya en el siguiente siglo, en una reforma general del parque bastante contestada. A la derecha, en un lateral, han construido unas pérgolas de ladrillo, a modo de paseo cubierto. En el centro, se levanta una pajarera.

Sonrío al verla porque recuerdo una foto en que estamos todos los hermanos sentados delante de ella. Me invade cierta melancolía, cuando comencé ¿o debo decir comienze? a trabajar en el archivo la pajarera ya no existirá; ocupará su lugar una antigua locomotora que posteriormente será trasladada al MUSI

Me doy cuenta de que los últimos cambios del parque se han producido bajo mi mirada, atenta o no. Desde el desmantelamiento del monumento a los mineros, la expropiación y demolición de los edificios que ocupaban el extremo del lateral derecho a la ampliación de la zona de juegos, la construcción de las pistas de tenis y el minigolf o la instalación –también bastante contestada- de los elementos cerámicos.

Me despierto y miro el reloj; han pasado solo diez minutos ¿o ha sido un siglo? Tengo que irme pero antes de hacerlo le dedico una última ojeada al parque. Hay algo en lo que no ha cambiado. Sigue dispuesto a acogernos con los brazos abiertos si nos decidimos a sentarnos en sus bancos para disfrutar del sol o la lectura, o de una conversación sobre lo mal que está todo mientras un grupo de jubilados dan su paseo matutino; o lo que probablemente más le guste, escuchar las risas y las voces de los niños que juegan a los pies de La Carbonera.

Notas: las fotografías del kiosco de la música y la fuente con el amorcillo se han sacado del álbum de fotos Langreo en el pasado. El resto de las imágenes corresponden al fondo del archivo municipal.

lunes, 23 de julio de 2012

Un paseo en el tiempo

En mi colaboración para el porfolio de las fiestas de Santiago 2012 he intentado acercarles la historia del parque Dorado de una forma diferente.   También pueden leerlo aquí:
Más de una vez he cruzado o paseado por el parque; con mayor frecuencia ahora que el archivo está tan próximo. Reconozco que casi nunca le “hago caso” pero hoy he decidido dar un paseo calmado y atento. Me siento en uno de sus bancos mientras pienso en la documentación y las fotografías antiguas que he estado consultando. Intento ordenar en mi mente todos esos datos pero el calor y la hora contribuyen a que se me cierren los ojos.

He debido quedarme dormida y me ha despertado un bullicio que antes no había. Noto algo distinto en el parque; los árboles parecen mucho más jóvenes y las plantas y flores no son las que había visto hace unos minutos Me levanto y salgo al paseo central… ¿Qué es esto? ¿Estas farolas de fundición en el centro del paseo? ¿Qué le ha sucedido al quiosco de la música? ¿Y por qué esta reunida toda esa gente?

Tengo que estar soñando. El quiosco está en el mismo sitio de siempre pero no presenta el mismo aspecto; tiene una balaustrada de piedra y está sin cubrir. Ahora recuerdo que Dorado encargó al arquitecto Manuel del Busto que hiciera un quiosco de la música de piedra para sustituir a uno anterior de madera pero eso fue en… ¿Qué ocurre aquí?

Debo haberlo dicho en voz alta porque un señor vestido al estilo de principios del siglo XX.- me contesta _ ¿Recién llegada? Pues ha tenido suerte; estamos inaugurando el monumento a nuestro alcalde don Antonio María Dorado. (Empiezo a pensar que o bien estoy loca o, más probablemente, esto es un sueño porque los acontecimientos de los que habla sucedieron en 1906) El señor, amablemente, me sigue explicando: ¬_En realidad nos hubiera gustado hacer coincidir la inauguración con las fiestas de Santiago pero no fue posible así que hemos tenido que esperar a hoy (15 de septiembre)

A estas alturas estoy convencida de que estoy soñando ¿Por qué no aprovechar y fijarme en como era el parque en esa fecha? Recién construido –apenas tiene cuatro años- los árboles y plantas se ven muy jóvenes. Una hilera de farolas de hierro recorre el paseo central y marca el eje longitudinal del parque.

La estatua a Dorado no ocupa el lugar que conozco sino que está frente al quiosco de la música; tras ella se puede ver la iglesia. Al mirar en esa dirección echo en falta el edificio de La Montera, tan característico, pero es cierto que aún faltan seis años para que sea construido.

Cerca de ellos, en un lugar central del paseo se encuentra la fuente con el amorcillo. El vaso es mucho mayor y de forma más elaborada, al estilo de las que se encuentran en el parque del muelle de Avilés o el paseo del Bombé en Oviedo. Pienso que en su emplazamiento original resulta mucho más majestuosa que en el lugar que siempre he conocido ¿por qué lo cambiarían?

Me resulta extraño no encontrarme con La Carbonera pero incluso los sueños mantienen cierta lógica y ese monumento no se construirá hasta dentro de unos años. Mientras voy de regreso al banco –va siendo hora de despertar- observo que tampoco están (no se construirán hasta muchos años después) el resto de elementos que para mí forman parte indisoluble del parque.

Cuando abro los ojos está anocheciendo; he perdido la noción del tiempo. Vuelvo a oir música y también murmullo de conversaciones y carcajadas. Guirnaldas de bombillas jalonan el espacio, iluminándolo. Esto resulta cada vez más inquietante; para tranquilizarme me digo que no hay por qué preocuparse; no es la primera vez que sueño que estoy despierta.

Algo más calmada me decido a dar un nuevo paseo; como el sonido proviene del quiosco me dirijo hacia allí. Veo que al contrario que hace un rato (en realidad son varios años) está ya cubierto. En su interior, Cipriano Pedrosa dirige a la banda municipal de música. Me paro frente a ellos no tanto porque me guste la música como para contemplar la edificación. La habitual sensación de abandono y decadencia que me invade cuando paso junto a él no la percibo ahora. ¡Qué bonito es!

Voy rodeándolo para contemplarlo con detenimiento y al hacerlo mi mirada tropieza con el monumento a Adaro, La Carbonera. Aún no conozco el año en que estoy pero es evidente que tiene que ser posterior a 1918 ya que fue entonces cuando se inauguró, precisamente el 25 de julio. ¡Claro, eso es! Son las fiestas de Santiago pero aún no sé el año y no puedo preguntarlo; me tomarían por loca –quizás lo esté-.

Me acerco a La Carbonera ¡que joven se la ve! Frente a ella hay un bar –lo conozco, es el quiosco de bebidas que también había construido Del Busto y que se mantuvo hasta la década de los cincuenta. Me gusta, me recuerda a algunas de sus otras edificaciones.

Resulta entretenido observar la situación. La gente vestida de fiesta, unos paseando, otros sentados a las mesas tomando algo. Algunas parejas bailan y más de uno aprovecha para cortejar. ¡Cuanta gente! ¡Sí que eran importantes las fiestas en esta época!, pero sigo sin saber en que año estoy. Menos mal que hay cosas que no cambian: un cartel situado en la entrada del parque me da la respuesta; estoy, estamos en las fiestas de Santiago Apostol de 1932.

Ahora sí puedo ver la esquina con el edificio de La Montera y al fondo la iglesia, aunque no es la misma que conozco -ésta será destruída durante la guerra civil-. Por lo que puedo observar, a excepción de la Carbonera y la cubrición del quiosco, nada ha cambiado en el parque; bueno, los árboles han crecido.


Resulta divertido e interesante esta especie de viaje en el tiempo. Si pudiera elegir una fecha sería el 1 de mayo de 1957. Me voy corriendo al banco y hago como cuando era pequeña y llegaba la noche de reyes. Cierro los ojos muy, muy fuerte, ¡A ver que pasa!
                                                                                                                 (.../...)

La próxima semana la segunda parte

martes, 17 de julio de 2012

Pídele cuentas al rey

  Con motivo de la marcha minera a Madrid vino a mi mente de forma insistente la película protagonizada por Antonio Resines Pídele cuentas al rey. Por eso, cuando me llamaron de la biblioteca para ir a recoger uan película que había reservado decidí sacarla también en préstamo.


La película, inspirada en las marchas mineras de la década de los 90, nos cuenta la historia de un minero, Fidel, que ante los cierres de las minas decide que tiene que hacer algo y se le ocurre ir caminando hasta Madrid para, tal como dice el título, pedirle cuentas al rey.

Tengo que decir que la ambientación de la película me pareció bastante buena, aunque no se lograra el acento. Su trabajo de los actores es bastante bueno –me encanta Manuel Alexandre- e incluso me gustó Antonio Resines a pesar de mi antipatía hacia él.

En cuanto al contenido, nos encontramos una crítica a determinados aspectos de la reconversión minera, auque es posible que si no eres asturiano este aspecto se te escape. Resulta triste pensar que a pesar de los años transcurridos desde que se rodó la película , no existe demasiada diferencia con la situación actual.

Para acabar, un video de la película:

martes, 10 de julio de 2012

Protección de datos

Guárdeme mi padre.
Guárdeme mi madre.
Si no me guardo yo,
nadie me ha de guardar


  Este romance o dicho asturiano podría muy bien utilizarse como introducción en los cursos sobre protección de datos. De hecho, esto mismo aunque no de esta forma, nos vino a decir -Ricard Martínez Martínez en el curso sobre Administración electrónica y protección de datos de carácter personal que impartió a principios del pasado mes de junio.

  El ponente, profesor de derecho constitucional en la Universitàt de Valencia y que actualmente preside la Asociación Profesional Española de Privacidad,) hizo gala no solo de sus conocimientos sino de un sentido del humor que permitió que el curso resultara muy ameno.

  Resultaba inevitable que en el curso salieran a relucir aspectos relacionados con el comercio electrónico, las redes sociales –no sin cierta sorna comentaba que ahora quien no tiene perfil en facebook no es nadie-o el uso de los iphone o los smartphone hace que estemos perfectamente localizados e identificados -el Gran Hermano del que nos hablaba Orwell hace tiempo que es una realidad.

  Nos ponía un ejemplo cercano a él: el caso de un niño del que lo sabía todo ya antes de que naciera –su padre habia colgado una ecografía en la red. Como ese hay cientos de casos que todos conocemos: fotos que se suben a facebook (o cualquier otra red social) sin ningún cuidado o comentarios más o menos afortunados y que luego pueden volverse en nuestra contra. (Son cada vez más frecuentes las búsquedas de los perfiles en facebook de los candidatos a una oferta de trabajo o los despidos tras haber criticado en esa misma red social a los jefes)

  No tenemos que llegar a estos casos: ¿Habéis oído hablar de la minería de datos? A través del rastro que dejamos –páginas que visitamos, páginas o comentarios en los que pinchamos Me gusta; compras que realizamos, lugares desde los que conectamos o simples comentarios sobre nuestra vida, podemos ser nosotros mismos quienes estemos facilitando esos datos personales que luego, por otro lado, exigimos que sean custodiados y protegidos.

  No eximamos a los organismos públicos o privados de un correcto uso y custodia de la información que por uno u otro motivo tengamos que facilitarle, al contrario;  pero no obviemos nuestra propia responsabilidad en la protección de nuestra intimidad y nuestros datos de carácter personal.

  Ah, y un último consejo, muy tonto pero que aún hay gente que no pone en práctica. Cuando enviéis un correo a muchas personas o desconocidas entre sí usad la copia oculta (CCC). En cuanto a las cadenas –esos correos víricos que recibimos y volvemos a enviar: power points, supuestos avisos contra virus informáticos, etc- lo mejor sería no continuar con ellas pero, caso de hacerlo ¡Por favor! Borrad los correos anteriores y, como ya he dicho, usad la copia oculta. Aunque no lo creáis, la dirección de correo electrónico también es un dato de carácter personal.

martes, 3 de julio de 2012

In memorian: Palmira Villa

  De nuevo tenemos que hacernos eco del fallecimiento de una archivera que fue un referente para quienes nos dedicamos a esta profesión aquí en Asturias. Palmira Villa estuvo al frente durante muchos años del archivo municipal de Oviedo.
Palmira Villa en su casa  en 2002
Consiguió no solo salvar y recuperar sus fondos documentales sino que lo dotó de los instrumentos que le permiten estar a la cabeza de los archivos municipales no solo en Asturias.

  Mucho tiempo antes de que se oyera hablar de la valoración y selección documental, ella dotó al ayuntamiento de unas normas de expurgo; también le dió la importancia que le corresponde al archivo administrativo, en aquellos tiempos relegados frente al peso historicista de los archivos.

   No tuve con ella una relación tan estrecha como con Blanca Álvarez Pinedo aunque  si la traté y me dió algún consejo cuando comencé mi trayectoria profesional. Motivos personales me han impedido asistir a su funeral pero no quiero dejar de recordar su figura y su ingente labor al frente del archivo municipal ovetense.

(Fotografía obtenida de LNE)