viernes, 27 de enero de 2012

Conversación con el arquitecto Suárez Aller

Consultando un expediente para un trabajo sobre los parques langreanos en que estoy trabajando me encontré con la entrevista que transcribo a continuación. Me pareció interesante  porque es una forma de conocer un poco más a este arquitecto.

(Por. J.R. Pérez Las Clotas. Publicado en La Nueva España el domingo, 27 de febrero de 1955)
Fachada de "Casa Suarez", obra de Suarez Aller
  Suárez Aller es un hombre joven , tal vez demasiado joven. En su estudio al que hay que llegar por una escalera de caracol entonada en verde, adopta un gesto de simpático desenfado y tiene todo el aire de un universitario de Harward, a quien solo faltase uan gran inicial sobre su deportiva cazadora de ante.
    Cuando habla lo hace siempre como si temiese incidir en un acento demasiado definidor y sus afirmaciones, aunque categóricas en el fondo, pueden parecer a primera vista simples puntos de vista, no muy defendibles, astuta maniobra con la que intenta hacerse perdonar su independencia de criterio.
    El sabe, por ejemplo, que el proyecto premiado, absolutamente enfrentado con todo un habitual concepto arquitectónico, puede resultar tal vez insólito entre nosotros para muchs gentes, pero hombre con mucho paisaje urbano a sus espaldas, adquirido a través de un concoimiento minucioso de ciudades y paises, no ignora tampoco que es con relación a nuestro tiempo más bien conservador.
-Yo acabo de ver el Teatro Municipal de Malmoe, en Suecia ¿sabes? Todo en él es simple estructura, de una belleza de lineas impresionante. Me gustaría lo viesen nuestros “herrerianos” tan amigos del “pastiche” y de la reconstrucción histórica.
  A Suarez Aller le sorpende, sobre todo, la vigencia en nuestra Patria de un modo de hacer que en cualquier país europeo era viejo hace treinta años. Piensa, sin duda, que si Herrera resumió en un orden de admirable sobriedad la ingente mole de El Escorial, no hay razón alguan para que hoy sus admiradores, al situarse en su estilo, lo desvirtúen añadiéndole cuantos elementos había el logrado eliminar.
-¿Arquitectura funcional, entonces?
-Simplemente arquitectura en funcion de unas necesidades y hasta de una forma de vida. Así con parecerme una obra de importancia capital la famosa “ciudad radiante” de  Le Courvassier (sic), levantada en Marsella, nunca podría comprenderla en España, donde el sentido de la vida hogareña ha crado un sistema de relaciones que dificilmente se desenvolverían en el ambiente frío y casi aséptico de aquella.
  De otra parte no cabe hablar de una fórmula exclusiva , porque cada edificio refleja una vida. Esto amigo, lo dijo hace algún tiempo ya, Frank Lloyd Wrigh, a quién tal vez hayas identificado en el personaje de “El manantial”. Y este principio es caro a todo arquitecto, que prefiera la realidad a cualquier estilo, por clásico que sea.

-¿Buenos arquitectos, entonces, los americanos?
-Wrigh es una cima como Le Courvassier
(sic)al margen de todo encasillamiento nacionalista. En conjunto me quedo con los italianos, dueños de una técnica sorprendente. Para mí, si hubiese que buscar una obra representativa de nuestro tiempo ésta no sería otra que la estación Termini de Roma, donde hasta el mismo espacio adquiere un valor transcendente.
  Suárez Aller insiste con los italianos. Uno puede darse cuenta de que su admiración es conocimiento pero sobre todo comprensión
-Y no es que hayan roto con todo cuanto en su patria posee una significación en el orden arquitectónico –añade- Ahí están para demostrar lo contrario los nuevos barrios de Florencia, resueltos sobre fórmulas novísimas pero encajados sin embargo en el carácter único de la ciudad.
  Unas revistas sobre la mesa sirven de referencia para el díalogo; unas revistas y el estupendo clima del estudio con sus paredes cubiertas de proyectos trazados en graciosísimas acuarelas. un chalet, por ejemplo, donde el frente se resume en una teoría de macetas, o una edificación urbana con sus balcones subrayados de azulejos decorados o un rascacielos.
-Decididamente los rascacielos no acaban de gustarme.  Deforman en cierta manera el horizonte visual de las ciudade sy terminan haciéndolas chatas y sin perfiles.
  Uno observa cómo en toda la obra de Suárez Aller hay una constante alusión a los temas pictóricos, a los que a veces da singular relevancia.
-Me gusta la pintura decorativa y aún abstracta. O al menos entiendo su valor como elemento decorativo y en último exremo pienso que representa un easpecto del arte de nuestro tiempo cuya ignoranacia no es posible. 

Ünico testimonio que queda del monumento realizado por Suarez Aller, Cavestany y Gabino
   Y esto resulta reconfortante escucharlo en el ambiente un poco burgués del estudio, hecho más bien para la alta especulación de los números. Pero quien lo dice no hace de ello “posse” y la alusión surge con una encantadora sencillez.
  La conversación vuelve luego a su cauce primitivo. Unas extraordinarias fotografías del proyecto premiado centran de nuevo el diálogo en su torno.
-Explicar qué hemos querido significar en él parecería pedantería. Si acaso señalar cómo en cuanto a su función urbanística hemos pretendido encontrar una solución al cierre de la perspectiva del parque, cegando la vista a un conjunto de edificaciones urbanas poco gratas. Si digo que la obra escultórica la considero magnífica d evigor y expresión sonaría a elogio interesado. Pero si señalo la personalidad del escultor, Amadeo Gabino, premiado en la reciente Trienal de Arte Decorativo de Milán, muchas cosas quedarán aclaradas.
  Suárez Aller termina: Dí, principalmente, que el proyecto es la consecuencia de un auténtico espíritu de equipo.
 Y nosotros pensamos: de un equipo de hombres jóvenes, que es lo principal. 



(Las fotos se obtuvieron de aquí y aquí)

viernes, 13 de enero de 2012

Increíble pero cierto


Ayer durante el trabajo me sucedió algo inesperado e inusual.  Visitó el archivo un señor que  está “arreglando” una herencia y necesitaba un documento del archivo. Tras atenderle, cuando se iba nos comentó (cito de memoria)

   vaya como han cambiado las cosas en los últimos años. Por el asunto de la herencia he tenido que visitar la delegación de Hacienda, el Catastro, el juzgado y el propio archivo. En todos los sitios le habíamos atendido con amabilidad y diligencia; nada que ver con esos empleados de hace 20 años a los que parecía que les molestaba atenderte

  No pude por menos de darle las gracias efusivamente y decirle que era la primera vez que oía a alguien decir eso. Lo normal es todo lo contrario, que nos tilden de antipáticos, vagos, etc. Dijo que su experiencia había sido todo lo contrario y que por ello lo decía.
    Sé que no leerá el blog pero aún así  quería agradecérselo públicamente y  compartir con el resto de funcionarios de todas las administraciones, que tampoco me leerán pero no importa, esta caricia.

domingo, 8 de enero de 2012

Pensar la arquitectura

Los reyes han traido un nuevo título a nuestra biblioteca del archivo. No estaba segura de si  debía incluirlo o no pero no he podido resistirme. 

  Se trata de la  recopilación de una serie de conferencias que Peter Zumthor impartió a lo largo de varios años. El título elegido hace alusión al tema  tratado en ellas,  donde reflexiona sobre la arquitectura. También podría haberse llamado Vivir la arquitectura porque esa es una idea que está presente en todo el libro y que lo vertebra (también habla de la importancia de la estructura)  No es únicamente el autor quien “piensa la arquitectura” sino que a medida que vamos leyendo, no podemos evitar hacerlo también nosotros.

   Cuando me pongo a pensar en arquitectura emergen en mí determinadas imágenes. Muchas están relacionadas con mi formación y con mi trabajo como arquitecto (…) Otras imágenes tienen que ver con mi infancia; me viene a la memoria aquella época de mi vida en que vivía la arquitectura sin reflexionar sobre ella.

  La arquitectura nos atañe a todos; forma parte de nuestro día a día. La casa en que vivimos, el edificio en que trabajamos, la calle por la que pasamos; el parque a que llevamos a nuestros hijos a jugar. Todos esos espacios son arquitectura y todos forman parte  de nuestra vida aunque no nos paremos a reflexionar sobre ello.
 
Cada casa [edificio] se construye para un fin determinado, en un lugar determinado y para una sociedad determinada. Con mis edificios intento responder, del modo más exacto y crítico posible, a las preguntas derivadas de estos hechos sencillos.
 
Este párrafo me hizo asentir y concuerda en cierto modo con algo que llevo tiempo pensando. Los tipos arquitectónicos tienen mucho en común con los tipos documentales; ambos responden a una función y cuando esta deja de existir, los tipos dejan de tener razón de ser. Hoy en día ya no se construyen horreos, en el caso de Asturias y Galicia, o  lavaderos. Las antiguas plazas de abastos se han reconvertido, dándoles otra función  (no tenemos más que pensar en Sama y Ciaño) o se han transformado en una especie de “comercio de delicatessen” –véase los mercados de San Miguel y San Antonio en Madrid o el de San Lorenzo en Florencia)

  No pude evitar pensar en la epidemia “Guggenheim” que ha hecho que prácticamente todos los municipios españoles quieran contar con uno de esos edificios “singulares” (me hablo a mí misma de arquitectos estrella; edificios estrellados) En Asturias tenemos dos ejemplos notorios: el Niemeyer en Avilés y el Calatrava en Oviedo; ambos concebidos sin tener en cuenta el entorno ni la función

Una y otra vez me encuentro con edificios configurados ostentosamente y que tienen la voluntad de tener una forma peculiar, y esto me malhumora. Es verdad que el arquitecto que ha hecho estas cosas no está presente, pero no para de hablarme en cada detalle del edificio, y me dice siempre lo mismo, algo que enseguida deja de interesarme. La buena arquitectura debería acoger al hombre, dejarle que viva y habite allí, y no abrumarle con su charla

Mencionan el alma de los edificios, que está relacionada, a mi entender, con “vivir la arquitectura”. Pensaba, al hilo de este texto en esas viviendas que aparecen en las revistas de diseño y decoración, tan bonitas, tan “colocadas” y en la frialdad que transmiten. Son interiores preciosos, con muebles de diseño o antigüedades, pero al mirarlos piensas que nadie se sienta en ese sillón, ni ojea los libros tan primorosamente ordenados sobre la mesa.

Estoy convencido de que un buen edificio debe ser capaz de absorber las huellas de la vida humana y que, con ello, puede adquirir una riqueza especial.

 Es inevitable que un arquitecto hable acerca de la belleza y de la importancia de la luz. Y lo relaciona con otra idea que impregna todos sus textos: “la atmosfera”. Trata de ellos en los últimos artículos. Mientras los leía pensaba en como algunos días, cuando vengo a trabajar, me sorprende la belleza en algún  lugar del trayecto: Quizás porque ”beauty lies in the eyes of the beholder” [“la belleza está en los ojos de quien mira”]  

  Me he extendido más de lo que pensaba -, menos de lo que me gustaría-  pero quiero acabar con una cita que define muy bien el tipo de arquitecto que es Zumthor.

Hay edificios o conjuntos de edificios pequeños o grandes, impresionantes e importantes, que me empequeñecen, me oprimen, me excluyen, me rechazan. Pero hay también edificios, o conjuntos de edificios, pequeños o gigantescos, que hacen que me sienta bien, que tenga un buen aspecto, edificios que me transmiten un sentimiento de dignidad y libertad, que hacen que me detenga con gusto y disfrute usándolos.
Mi pasión tiene que ver con estas obras.