Dice Manuel Rivas que Los libros arden mal, puede que sea así pero la experiencia nos dice que los archivos lo hacen muy bien. Prueba de ello es el incendio provocado por una partida carlista a principios de 1874, que no solo destruyó el edificio consistorial de Langreo sino también su archivo municipal.
La revolución de 1934 y posterior guerra civil supuso un nuevo quebranto para este archivo. Pero además, en esta ocasión también se destruyeron los archivos judicial y parroquial de Sama.
(…) Ya estaba la multitud dentro del edificio. Por los balcones y las ventanas volaban los libros y los papeles, porque en ellos estaban escritos las tasas y los impuestos, las gabelas que el Estado cobraba a la clase trabajadora, y después la multitud se dirigió al juzgado, donde también fueron destruidos los escritos allí encontrados, y sacaron a la calle los archivos del notario y los registros de las propiedades, y el pueblo encendió una hoguera grande en medio de la plaza con todas aquellas documentaciones (…)
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