A mediados de enero Cauce del Nalón organizaba una charla sobre Literatura y territorio, a la que no pude asistir por coincidir con un viaje que tenía programado. Uno de los participantes era Nacho Guirado, autor de La lista de los catorce, libro que se une a nuestra biblioteca del archivo.
Frente a los otros títulos literarios (Fulgencio Argüelles, Cellino, Gallo, Palacio Valdés) incluidos en la biblioteca, aquí el peso del territorio es mucho menor, casi inexistente; unicamente es un marco geográfico inevitable para que transcurra la acción. Se me ocurre que una explicación plausible es que en realidad se trata, no de una novela histórica o sobre la guerra civil, sino de una historia de amor- el de Ignacio y Luisa, los abuelos del autor.
Recién terminada la novela, sin reposar apenas, las ideas y sensaciones aún no están definidas y tengo que rebuscarlas en mi interior. ¿Historia de amor? Sí, sin dudar; el libro nos cuenta como se conocieron sus abuelos; el por qué Ignacio Blas Notario, campesino de Guadalajara, terminó en Tuilla cumpliendo condena como minero en el Pozo Mosquitera; y como allí conoció a Luisa, de quien se enamoró y por la que, una vez libre, decidirá quedarse en esta tierra.
Uno de los motivos por los que me gustó el libro es porque trata un tema muy poco conocido y estudiado, por el que siento mucho interés: las colonias penitenciarias. Al terminar la guerra, muchos presos fueron traídos a Asturias para cumplir condena trabajando como mineros en las diferentes explotaciones.
Ignacio, por la mano de su nieto, nos cuenta el choque que supone para alguien como él, acostumbrado al aire libre y la libertad del campo, habituarse a la oscuridad y el peligro del trabajo en la mina. Descubre también como ante los accidentes, las diferencias políticas, religiosas o de otro tipo desaparecen y todos se convierten en uno:
Es la mina. La puta mina. Cuando despierta para recordarnos quién es la más fuerte, a nosotros no nos queda más remedio que hermanarnos. Solidaridad de mineros.
Quizás porque lo que Nacho Guirado pretende es contar la historia de su abuelo y rendirle un homenaje, aunque la revolución del 34, la guerra civil y la posterior represión están presentes, lo hacen sin estar lastrados por el maniqueismo en que a veces se incurre (esos buenos buenísimos y malos, malísimos) y nos ofrece unos personajes con matices y por ello, muy creíbles.
Habla de las penalidades tanto de los que trabajaban en la mina y vivian en la colonia como quienes quedaron marcados como “rojos”. De cómo los hubo que se aprovecharon para sacar beneficio económico de la situación o vengar antiguos reoncores justificándose con la política (Faustino le cuenta a Ignacio que Isidro se la tiene jurada por culpa de una mujer)
Cabe la amistad entre personas de distinta ideología –Santiago, el ingeniero del pozo Mosquitera-y Onésimo, el médico; Adolfo, el vigilante y Faustino, el hermano de Luisa- algo que a Ignacio al principio le costará admitir. Nos habla de cómo a veces son las circunstancias las que te llevan a obrar de determinada manera (el soldado que vigila a Ignacio y que le mataría, más por miedo cerval al capitán y a Isidro que por rencor hacia él) De cómo hubo muchos, su propio abuelo entre ellos, quese lanzaron a la lucha con alegría, casi como un juego para descubrir luego la realidad de lo que es una guerra.
Termino con una cita de algo que dice Ignacio casi al final, y que me gustó mucho.
(…) hice lo que hice porque así eran las cosas. Alguien por encima de nosotros decidió que había que dividir el país en dos, y tú y yo nos encontramos peleando en bandos opuestos. Sufriste, pero recuerda siempre que tú perteneces a los que empezaron la guerra y la ganaron. Tu sufrimiento jamás se podrá equiparar al nuestro.
5 comentarios:
Gracias.
Nacho
Gracias a tí por comentar, Nacho. Tan solo he dado mi opinión sincera
Después de leer la recensión me apetece mucho leer el libro, especialmente por lo que comentas sobre que evita el maniqueísmo y defiende que existe la posibilidad de amistad entre personas de distinta ideología.
No estoy de acuerdo, sin embargo, con esas palabras que transcribes “Sufriste, pero recuerda siempre que tú perteneces a los que empezaron la guerra y la ganaron. Tu sufrimiento jamás se podrá equiparar al nuestro” En mi familia, como en otras muchas, hubo muertos “en y por” ambos bandos. El sufrimiento fue terrible e igual para todos: para la bisabuela que espero 20 años (hasta su propia muerte) el regreso del único hijo desaparecido en combate (muerto anónimo jamás encontrado) y para la otra bisabuela que no volvió a hablar después del asesinato de su hijo menor (muerto anónimo en una fosa común). Yo pienso en esa Guerra, en todas las guerras, como en un monstruoso vendaval que arrasó vidas, la mayoría inocentes e impotentes ante los acontecimientos.
Natalia por supuesto que el sufrimiento fue muy grande y para mucha gente.Y estoy contigo en que en las guerras los perdedores son, como casi siempre, la gente de a pié, los que únicamente querían vivir en paz y se vieron envueltos en los acontecimientos.
Más bien creo que lo que Ignacio quería decir es que para los vencidos (en esta y en todas las guerras) queda además del sufrimiento de la pérdida y las heridas (físicas o morales) el enfrentarse a condenas, desprecios, humillaciones... Hubo gente que perdió su trabajo o fue condenado por cumplir con su trabajo durante la república. Quienes eran "rojos" o "se habían significado" no podían optar a determinados puestos o no les permitían abrir un bar, por ejemplo (te hablo de casos que he visto en expedientes en el archivo)
A pesar de todo, estoy casi segura de que te gustaría.
Felipe, p0r supuesto que las guerras todas sin excepcion son cruentas y malas para las personas, pero en este caso tú puedes contar la vida de tú abuelo y otros no lo pueden hacer, pues sus abuelos que iban en la lista de los 14 que hicieron tu abuelo con alguno más del pueblo, murieron fusilados en la carcel de Guadalajara sin haber hecho nada malo, y si no, puedes indagar en Yunquera de Henares.
20 de octubre de 2012
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