domingo, 7 de noviembre de 2010

La mezcla de los mundos

Es inevitable que diferentes aspectos de tu vida se mezclen aún cuando no quieras que eso ocurra. Así lo comentaba en esta entrada:

(...) a veces mi profesión y formación condicionan o se traslucen en mis lecturas o el propio blog. Prueba de ello, aunque no fuí consciente hasta mucho después de haberlas escrito, son esas entradas “clasificatorias” en que establezco tipos ya sea de préstamos, finales o detectives. (La “unidad mínima de medida” de los archivos es el Tipo documental y los cuadros de clasificación, una herramienta básica de trabajo)

También se manifiesta en la especial atención con que observo la forma en que los profesionales de los archivos aparecen retratados –las escasas ocasiones en que lo son- en la literatura. Tenemos al viejo solitario de Todos los nombres, de Saramago; a la monja que trabaja en un sótano del Vaticano en El último Catón, de Matilde Asensi ( ya puestos: ¿por qué el archivo siempre es un lugar sórdido, con estanterías atestadas a punto de desplomarse sobre uno y casi siempre en el sótano?). Tan solo en Lo raro es vivir, de Carmen Martín Gaite, la protagonista es una persona normal AUNQUE trabaja en un archivo -un motivo más para que me guste esta escritora-.

Pero no son los únicos casos en que mi profesión y/o formación condicionan mis lecturas. Ya me referí a que el mundo que representa El palacio azul de los ingenieros belgas, me resultaba muy próximo, precisamente por mi trabajo. Fueron también motivos laborales los que me llevaron a leer La Aldea Perdida (tenía que preparar un taller sobre historia y literatura y lo elegimos porque ya era una lectura de los alumnos)

Leyendo La mujer de Verde de Indridason mis alertas se activaron cuando vi que para el levantamiento del cadáver llamaban a un arqueólogo. Pensé “a ver que van a hacer ” (Tuve un profesor que decía que hay quien excava y quien escarba) pero mi miedo fue infundado; la excavación se hizo y se describió con bastante rigor. Algunos lectores, refiriéndose a ese mismo libro decían que les había resultado pesada la forma en que el detective protagonista llevaba a cabo la investigación. A mi, por el contrario, me gustó aunque es cierto que, más que una investigación policial al uso, es una investigación histórica –algo que me resultó aún más evidente ya que justo en ese momento estaba inmersa en un trabajo similar.

No son estas las únicas influencia "inversas" -más de una vez, comentando libros ambientados en la guerra civil, me ha venido a la mente algún caso vivido en el archivo y relacionado con la ley de memoria histórica. Supongo (ESPERO) que tampoco seré la única a la que se le "mezclan los mundos". Otra cosa es que no seamos conscientes hasta que alguien o algo nos haga percatarnos de ello.

2 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Bueno, al final uno siempre se imagina el archivo en un lugar poco frecuentado, por tanto un poco a trasmano, incluso escondido.
De todos modos eso no quiere decir que quien sea encargado de ello tenga que estar a todas las horas en semejante lugar.
Hay otra cuestión que me parece importante: Hoy en día se cuida mejor que el lugar donde se guardan bien clasificados los documentos, reúna unas condiciones mínimas, sobre todo de humedad, pues ésta (uy, esta, perdón) es el mayor enemigo, junto con el fuego, del papel.
Y no me exraña que se trasluzca en tu modo de vida tu profesión. Tantas horas modelan una mente.

l'archivadora dijo...

Amando perdona el retraso en contestarte. Aún no he conseguido cogerle el ritmo a este blog.
Creo que el problema sigue siendo la visión del archivo como el lugar al que se envían las cosas que no sirven para nada, una especie de trastero. Poco a poco eso va cambiando, aunque aún lentamente y se tienen en cuenta las condiciones de conservación.
Tienes razón en que la humedad es el mayor riesgo para la conservación del patrimonio documental; más aún que el fuego.
Gracias por comentar.